domingo, 25 de septiembre de 2016

Visita exprés

¡Vaya! ¡A lo tonto, a lo tonto, me he tirado un mes sin meter ni un solo post!

No tengo excusa, quiero pensar, pero la verdad es que he estado en otras cosas. Como las chicas que tramitan los visados en mi empresa no son las más espabiladas del mundo, el día 6 de este mes tuve que volver a España a tramitar un nuevo permiso de entrada en China. Volver a casa después de dos meses fuera es maravilloso, pero todavía lo es más si te parece que habitualmente te mueves por otro planeta. Reencontrarse con los olores, las sensaciones... es genial llegar a Madrid y que el ambiente no huela a comida. En Villalba el cielo era azul, azul que dolían los ojos al mirarlo, y el aire era puro y todo olía a pino. Y un poco a vaca. Pero son olores naturales de campo, no lo que hay en China, que el pasadizo para coger el metro huele a quinientos tipos de comida y lo hace nauseabundo. 
Creo cien por cien que hace falta salir de España una temporada para valorar lo que hay en casa. El aire limpio, el trabajo eficiente, el clima seco de Madrid y la comida. Y la compañía. Hasta llegué a la oficina y me encantó ver a mis compañeros de departamento, a mis compañeros de proyecto... Por no hablar de mi madre y de mi novio. A mi hermano es que le vi poco, y a mis amigos tampoco los vi a todos ni los vi mucho. Pero es suficiente para saber que están ahí. 
En Madrid también he aprovechado para irme de compras sabiendo que iba a encontrar mi talla, y para recuperar las viejas costumbres de vaguear el domingo. 
Aquí podéis verme haciendo una de las cosas que más me gustan los fines de semana: la cañita dominguera.

Y después de ponerme el caramelo en la boca, la dura realidad del trabajo. Finalmente el jueves pasado recibí una llamada de mis amiguis de Recursos Humanos: mi visado había sido tramitado con éxito. Puedo entrar en China todas las veces que quiera siempre y cuando entre, quedarme hasta 30 días, de aquí al 18 de septiembre de 2017.
Así que aquí estoy en Guangzhou de vuelta...

domingo, 28 de agosto de 2016

Trabajo como una china

Como ya conté en el post anterior, es duro que llegue el final del mes de agosto y siga yo aquí sin vacaciones. Sé que más duro es para mi novio, que está pendiente de mí para cogerse las suyas, pero como este blog lo escribo yo, yo soy la que me quejo.
Estoy bastante cansada de trabajar, necesito las vacaciones más que nunca, y es que esta semana ha sido bastante intensa, aunque no haya sido la que más he trabajado. He decidido no entrar en detalle con las cosas del curro porque este no es el foro adecuado, y no creo que aporte nada a nadie los problemas a los que me enfrento en el día a día, pero voy a compartir impresiones.

De lo que realmente estoy cansada es de la expresión "trabajar como un chino", porque los chinos no trabajan mucho. Yo llego a la oficina, y de mi grupo de trabajo, desde luego que soy yo la que más trabaja, pero la que menos horas está allí sentada. 
Los chinos llegan a la oficina como a las 8-8.30, y se van a la sala habilitada para comer a desayunar. Están media hora y se ponen al lío. Bueno, a leer la prensa y a enchufarse al messenger. Y tiene que ser el messenger porque la china que se sienta a mi lado tiene una foto de Crepúsculo de perfil, y yo en el chat de la oficina no tengo nada (en mi empresa tenemos skype office, ligado al outlook), pero si tuviera algo, tendría una foto seria, arreglada sin escote y sin gafas de sol, aunque mi foto de whatsapp sea ridícula y mi jefe tenga acceso a esa foto porque tiene mi teléfono personal. En fin, vuelvo a los chinos. A las 11.30-12 se ponen a comer. De las 13.00 a las 14.00 se echan la siesta, que los hay que tienen camas. 
A las 17.00 algunos se van. Y cuando no está el líder del equipo se van y no hacen NADA. Es verdad que la mayor parte se queda más tiempo, pero a las 18.00 se van a cenar hasta las 19.00 o así. Y el tiempo que están, tienen todo el día el móvil en la mano. Los hay hasta enganchados al tinder chino. Es una barbaridad, de verdad, no trabajan más de seis horas y media o siete de las 11 que pueden pasar en la oficina (no seré yo la que se queje de trabajar seis horas, desde mi análisis simplista, la jornada de seis horas reduciría el paro y activaría el consumo, pero allá vosotros con lo que votáis y lo que defienden los sindicatos podridos de España, pero se supone que la jornada laboral son 8 horas. Yo en cuanto entro en la oficina pienso en terminar pronto e irme, así que espabilo y no me enciendo el messenger). 
Me parece increíble que yo me sepa la historia de todo lo que llevan cinco chinos, y ellos aún no sepan ni por donde les vienen ni a quién tienen que recurrir cuando tienen problemas. 
A veces pienso que es una cultura de empresa, debido a mis experiencias laborales he visto que la manera de calentar la silla y de procesar la información es diferente según la empresa de ingeniería en la que trabajes, pero realmente creo que es la cultura china. Yo estoy aquí para coordinar el trabajo de un grupo de cinco chinos. Cinco. Y ellos son incapaces de tomar decisiones (lo veo también con mis compañeros) y de quejarse cuando creen que están haciendo las cosas bien y pedimos correcciones, a veces erróneas, que también somos humanos. Son dóciles y sin embargo vagos. muy vagos. Tienen la cultura de la chapuza, de tirar con esto que hemos hecho y ya se verá luego. La cultura de calentar la silla, de estar 10 horas en la oficina y sacar un email y un plano. 
En fin, es cuestión de verlo en las tiendas de barrio. Los chinos ni se levantan a atenderte, solo mandan a uno que te siga si la tienda es muy grande, y te cobran sin dar al pause de la telenovela que ven por internet. 
Pensadlo, si fueran trabajadores de verdad, concienciados con la calidad, la seguridad laboral, la innovación y la eficiencia, son 1300 millones de chinos, nos habrían comido hace muchas décadas. Algo tendrán que no nos comen...

Por eso mis compañeros y yo ya no usamos la expresión "trabajar como un chino", porque desde luego, si es chino de esta empresa, ya os digo que no trabajan mucho. 

Un día en la playa

El otro día estuve en la playa con una compi de la oficina, y fue una experiencia mística, digna de un post largo e ilustrado.
A mí el verano no me parece verano si no voy por lo menos un par de días a la playa. Lo necesito porque yo no concibo las vacaciones en otro lugar que no sea  a la orilla del mar. Y claro, me da finales de agosto, y yo aquí sigo trabajando y me empiezan a dar tics.
En contra de lo que pueda parecer, la playa era un lugar habitable y muy parecido a una playa en Gandía. Estuvimos en Dameisha, en Shenzhen, que es una ciudad que linda con Hong Kong, y según la cantidad de buques cargueros que vimos pasar, debe de ser el puerto por el que sale toda la mercancía que se fabrica en la provincia de Guangdong. La parte de playa era como cualquier otra, en fin: chiringuitos, puestos de venta de flotadores y bañadores, hoteles aberrantes de playa y atascos buscando un lugar para aparcar. Un horror, vaya, pero suficiente para satisfacer mi mono de playa.

El tema es que llegamos a la playa y lo especial, ya digo, no es la playa en sí. Me sorprendió muchísimo que estuviera decentemente limpia. He visto playas mucho más guarras en Europa, aunque puede ser que haga ya varios años de eso y que cada día seamos más civilizados. No había muchas colillas, ni muchas cáscaras de fruta, había bastantes papeleras (pero he encontrado esto)… Es notable, porque he observado que cuanto más pobre es el país, menos cuidado le pone la gente a tener la playa limpia, aunque vivan prácticamente de ella. Y en China, en promedio, la gente es muy pobre. Guarra estaba el agua, porque los chinos son muy especiales, guarros y dóciles a la vez y les ponen unas vallas para que no entren tiburones y allí se bañan sin desobedecer. Y toda la porquería que echan al agua allí se queda porque con las vallas no circula. Sin contar con los residuos del puerto claro. Como el ser humano y el ser chino es vago por naturaleza, los chinos se ponen cerca del agua con la toalla, y están todos juntos. Por eso cuando sacan las fotos de las playas chinas te echas las manos a la cabeza de la aglomeración. Pero no llega a esto:

Sin embargo, ya digo, la playa tenía una parte sin vaya donde uno no se podía bañar porque además no había socorrista, y ahí, sin vaya ni boya, mi amiga y yo estuvimos tan panchas todo el rato en el agua, bastante limpia. Y en la arena tampoco había tanta gente. La experiencia fue muy buena, desde luego; sólo nos faltó que hubiera tumbonas (no ha llegado este avance de la tecnología a China).
Hasta aquí, diréis: pues vaya chufla de historia, ¿nada que llamase la atención? Bien, agarraos porque lo fuerte es la presencia de chinos. Los chinos son parte del paisaje porque son los que hacen que todo esto valga la pena.
Los chinos se bañan con bóxers de los apretados. No sé con qué propósito, de verdad, pero desde luego no con el de marcar paquete porque parecen chicas. Algunos creo que ni siquiera llevaban bañador, iban con el calzoncillo y listo.
Las chinas no llevan bikini: llevan una camiseta con relleno de tetas y volantes, y faldita con braga incorporada con más volantes. En fin, ni las gordas tienen curvas, algo tendrán que llevar para darles un poco de volumen. Alguna muy osada se pone bikini pero se tapa con una camiseta de rejilla sepsi. Debajo algunas se ponen el sujetador, con más relleno, claro, que aquí no los venden sin. Me daría pereza salir del agua por no escurrir toda esa cantidad de gomaespuma.
Bueno, ya tenemos a los chinos vestidos, ¡ahora toca bañarse! Todos bien agarrados a las boyas porque no saben nadar. Todos bien sujetos a su móvil, que se bañan con él y todo. Y todos con flotador. ¡Los alquilan! Hombres y mujeres hechos y derechos, con su pelo en pecho y en sobaco, haciendo el amago de nadar a crol con un flotador de un metro de diámetro. He visto cosas que no creeríais...
Os podéis imaginar la situación: los chinos nos veían en bikini y nos hacían fotos a mi amiga y a mí, por delante y por detrás, nos hacían vídeos, nos miraban como si fuéramos de otro planeta. Nos veían bañarnos en la zona sin vigilancia y donde debía de haber una profundidad de unos 2.5 m sin flotador y se quedaban alucinados.

Os enseño un par de fotos, se puede ver que no sólo se podía estar en la playa, sino que estuvimos como reinas:

Por lo demás, ya digo, la zona de playa de Shenzhen no tiene ningún encanto. Tiene una zona como de outlet del estilo de Las Rozas Village digno de mención porque los chinos copian sin mirar y ni ellos saben bien qué copian. Atención a las siguientes imágenes. ¿Es una iglesia? ¿Por qué tiene el aire acondicionado justo donde la puerta? ¿Y qué clase de estatua es ésta delante del aire acondicionado?



Os dejo tiempo para que lo reflexionéis, tened en cuenta que se han gastado el dinero en esto esperando turistas occidentales. Niños, no juguéis con el Google Translator. 

domingo, 14 de agosto de 2016

Los chinos gordos

El tema de la comida me lleva a hacer muchas reflexiones. No comprendo bien cómo es posible que los chinos estén delgados cuando están TODO el día comiendo. Puede ser que su comida sea muy poco calórica, está claro que de chupar dedos de pollo no se puede poner uno como un tonel, pero me sorprende la poca cantidad de obesidad que hay aquí. Es alucinante, y me recuerda cuando estuve en Grecia hace 15 años, y a mi madre y a mí nos sorprendió que la gente estuviera mucho más delgada que en España, cuando en España aún me costaba encontrar ropa de mi talla porque yo siempre he sido grande y nunca he estado lo que se viene conociendo como flaca. 
Desde aquel momento (ahora en España ya entro hasta en algunas tallas medianas) ha sido una de las cosas que más me han llamado la atención al viajar, y de las primeras en las que me fijo, si la gente está mayormente delgada o gorda. También me gusta mucho ir al súper a ver qué clase de productos venden, cuanto cuestan, y hacerme una idea de lo que se come. 
En China, ya os digo, la gente está delgada, y ha sido una constante en todos los sitios donde he estado, que cuando el país es más rico la gente está más gorda. Se está revirtiendo en los países del primer mundo y solo los pobres son gordos. Aquí todavía tiene que crecer la masa de gente gorda en general, creo, porque están todos más o menos igual. Y otra cosa que me llama la atención sobre la obesidad, es que no hay adultos gordos, solo hay niños. Parece que los chinos van por el camino de la globalización total, incluyendo la gordura. 
En Hong Kong la mayor parte de la gente es china (tengo pensado escribir un post sobre esto), y sin embargo el nivel de obesidad es completamente europeo. Traduzco: había muchos gordos. Muchos. Es lamentable que con la neocolonización también se estén exportando los malos hábitos alimenticios y de comportamiento. Puede ser que dentro de 10 años, que es el tiempo que me ha llevado pasar de ser una chica alta a ir a conciertos y no ver una mierda, en China las nuevas generaciones hayan engordado a nivel occidental y hayan crecido hasta que se vean obligados a hacer tallas para mí, que hay mucha ropa bonita que ni intento probarme, pero por su salud, les deseo de todo corazón seguir siendo delgados y pequeñitos. 

Hong Kong

El jueves día 4 hice un mes en China. ¡Un mes ya! Se me ha pasado volado, pero miro para atrás y me da la sensación de que determinado email o determinado plano pasó por mis manos hace años cuando llegó estando ya aquí.
El tema es que al hacer un mes, he tenido que salir de China porque mi visado es de dos entradas de máximo 30 días de estancia cada una. Quería ir a Singapur a ver a mi amiga Rosa pero no hemos podido cuadrar, así que me fui a Hong Kong a pasar el fin de semana.  Me ha encantado, de verdad. Es una mezcla entre Nueva York y Londres, pero chino. Y ha sido maravilloso poder tener otra vez internet bien, hasta en la calle hay wifi gratis.
Es un sitio espectacular fruto del colonialismo más feroz, donde también se puede apreciar el neocolonialismo atroz que hay en otras ciudades del estilo como Dubái. Esto se ve en los precios desorbitados y en la cantidad de extranjeros que hay. Me ha llamado mucho la atención que había muchos viajeros solos, puede ser que se deba a mi propia condición de viajera solitaria, pero creo que hay muchas más empresas a parte de la mía que hacen visados de mierda. También se ven muchos extranjeros que trabajan allí, y tienen que ganar mucho, mucho dinero para poder permitirse un piso con un tamaño humano y para que compense la industria del lujo que hay allí instalada.  Voy a dar dos ejemplos claros de la necesidad de pasta.
Yo estoy expatriada, está claro que no estoy trabajando todos los días hasta las 9 a 15000km de casa por 1000€, y cuando estuve en EAU cogí la mala costumbre de ir a tomarme una cerveza de vez en cuando  a un hotel de 5 estrellas. En Hong Kong estuve en el Intercontinental de Kowloon con vistas a la isla y me costaron dos cervezas locales y un sándwich 60€. Esperaba pagar 30€, sabía a dónde iba y pensaba pagar como en Dubái, con la diferencia de que en Dubái solo se puede beber en este tipo de sitios y en Hong Kong hay bares por la calle. Pues pagué el doble, pero tenía esta vista:
Dormí aquí:
Es el Innspirit, un guest house encantador en Kowloon, muy conveniente porque estaba cerca de la estación de tren con conexión a Cantón. Pero pagué 60€ la noche por una habitación “doble” donde mi novio y yo no habríamos cabido en la cama. Y este es el sitio mejor valorado de tripadvisor.
Hong Kong, a pesar de la rabia que me da darle la razón a mi padre, da para una semana de viaje. Estuve dos días en la isla, y la luz allí es alucinante, con los rascacielos y la montaña y la vegetación, y otro día en Kowloon, que es más tradicional y pude ver los peces que te dan en los restaurantes, tú los eliges y allí te los matan después de que les hayas puesto nombre como a Tenacitas. Habría necesitado otro día para ir a Macao y otro día para ir a ver el Buda de Lantau, y otro día más para ir a la playa y otro día más para ver los museos. Y esto estando yo sola, que como no tienes nadie quien te pare, andas mucho más y descansas menos, ni siquiera me paraba a desayunar, que es mi comida del día preferida y si puedo la hago de tres platos.
Subí al Peak, os dejo aquí una fotillo.
Es la imagen típica de Hong Kong, visita indiscutible y alucinante. Hay un funicular que sube desde la ciudad y que tiene 27º de pendiente, ¡es casi subir un metro en vertical por cada dos que andas!
Y me sorprendió la cantidad de zonas verdes que tiene la ciudad, en las dos zonas de Hong Kong (la isla) y Kowloon (la península).

En definitiva, os los recomiendo 100% si os gustan las ciudades bulliciosas que nunca duermen y las ciudades donde se puede encontrar de todo. 

domingo, 31 de julio de 2016

La comida china. Parte 1

Hoy sí que voy a contaros experiencias con la comida china. La comida china de Cantón, que no se parece en nada al cerdo agridulce de debajo de casa. 
El que me conozca bien, sabe que yo soy bastante especial. No me gusta el picante, no me gusta el marisco y no me gusta la casquería. Lo que es más, me amarga la comida. El marisco encima de la mesa lo soporto, pero según qué casquería, no. Y no soy una gran fan del arroz en ninguna de sus variantes más allá del arroz con leche que hacía mi abuela. Y además creo que desde el Erasmus, cuando bebía mucho todos los días y mis amigas y yo robábamos las cervezas que la gente posaba un rato, no tengo el estómago muy allá y me da miedo ponerme mala. Por eso cuando viajo arriesgo poco.
Con este panorama la empresa decide mandarme al sur de China, donde la comida típica tiene mucho marisco porque el mar está cerca, se abusa del picante y de los animales terrestres se aprovechan hasta las uñas. ¡Yippie!
Comer, yo aquí como poco porque las raciones son más bien pequeñas y además enseguida me estragan  los sabores nuevos. Pero para mi sorpresa, he descubierto que la comida, en fin, no está tan mala. Hay varios tipos de restaurantes. Cuando la gente dice que viajar por Asia es ba-ra-tí-si-mo me los imagino comiendo en las casitas de comidas de mesas corridas y azulejos blancos. Yo ahí, lo siento, no me arriesgo a comer. Pero hay restaurantes de nivel medio donde te pones las botas por 100 yuanes. A comer y a beber. 100 yuanes, la última vez que saqué dinero, son 14€. Y se nota que la materia prima es buena.
La comida además es muy variada. En toda comida hay carne, pescado, verdura, setas, arroz… de tipos que no sabía que fueran comestibles en Europa. Y se comparte todo. Las mesas suelen ser de tipo redondo con platillos pequeñitos, y la comida se pone encima de la mesa sobre un cristal que gira para poderla compartir. Esto me gusta bastante y me parece una solución muy lógica, que en España no lo he visto jamás, el país de las tapas.

El otro día fui con mis compañeros españoles a comer hot pot, y es la guarrería máxima que me encantó. Básicamente consiste en una olla o dos con sopa caliente y grasaza en la que tú vas echando de todo. Había hasta sesos, pero no los pedimos porque habría dejado de comer de verlos encima de la mesa. Tú vas echando y vas comiendo, y todos comen del mismo puchero sin más ni más. Me pareció la guarrería máxima y que todo estaba buenísimo, y eso que fui con reticencias. Creo que lo hay en Madrid también, en Usera, porque esto es muy chino, y desde luego supongo que nadie de mis compañeros lo hubiera llegado a conocer si no los lleva antes un chino de la oficina. 
Y aquí me tenéis, embarrada que hasta te dan un delantal!
A mi compi español le he pixelado, a los chinos no porque son todos iguales.

domingo, 24 de julio de 2016

Los no tan jóvenes chinos

El otro día me invitaron mis chinos a cenar. Mis compañeros de la oficina (no los he contado, pero somos en torno a 10) hablamos de los chinos ya como si fueran nuestros. Mi contraparte en la empresa china me sacó a cenar a un restaurante que está justo debajo de la oficina. Veréis, como se puede ver en Linkedin, ahora mismo trabajo en la sede en Cantón de una de las empresas más grandes del mundo. La torre homónima de la empresa tiene 39 plantas, me parece, porque como en todos los edificios grandes, los ascensores van por tramos y nunca lo sabes bien. Debajo tiene un centro comercial de cuatro plantas, que no es en plan ¡Oh Dios mío, cuánta tienda!, pero en Madrid en el bajo de la oficina hay una máquina de café. Las comparaciones son odiosas.


Sigo con mis chinos. La cena me sirvió para conocerles mejor como personas, porque no hablamos ni un minuto de trabajo. Mi grupo de gente es bastante majo. El líder es un poco toli y le dan por todas partes y él no las ve venir, pero tiene un par de chavales bastante espabilados que me sacan de muchos apuros porque hablan un inglés comprensible para el oído extranjero, y me absorben el conocimiento como auténticos chinos que son.  
Otro día hablaré de la comida en sí misma, hoy me voy a limitar a los chinos. Hace poco un amigo me pasó un link a este blog, y me llamó mucho la atención su comparativa ente lo que había sido su infancia en España y la de su mujer en China. Me encantaría haber visto aquella China de los 80, con todo el mundo vestido de azul con el mismo corte de pelo, que supongo que aún hoy les marca a todos los que la vivieron. Mis chinos tienen alrededor de 30-35 años, aunque no lo sé exactamente por razones que dan para otro post, así que son hijos únicos. Hay un par que no, porque son de pueblo, y en algunos sitios si tenías primero una hija, como no podía ser de ayuda en el campo, te dejaban tener otro. Claro, como hijos únicos, son en los que los padres vuelcan todas sus esperanzas, y creo que de ahí les viene la presión social. Hay que casarse, lo primero que me preguntaron fue qué pensaba mi marido de que estuviera aquí. Y para casarse, los hombres tienen que tener una casa en propiedad, porque si no, no consiguen novia. Les sorprendió bastante cuando dije que ni estaba casada ni pensaba estarlo, pero que vivo con mi novio y la casa es de alquiler y así lo va a ser hasta el final de los tiempos. Y por supuesto, mi novio se resigna a que yo esté aquí, qué se le va a hacer con los tiempos que corren; pero dejarme, me deja venir, ¡faltaría más!

La presión que tienen ellos para casarse es brutal. Mi china favorita tuvo una cita el otro día, porque está soltera, y casi le hacen fiesta los compañeros de la oficina, que a mí, si me lo hicieran, me jodería. Es posible que en España eso se haya relajado un poco también por influencia extranjera, pero aquí de eso no hay casi. Sí, hay McDonalds y Starbucks, pero la cultura es 100% china. Aunque lo de la pobre china parezca machista (el machismo también da para otro post), no lo es al cien por cien. Seguro que le pasó lo mismo al chico con el que quedó.


Otra cosa que no pasa en España entre la gente joven es que los chinos no quieren cambiar de trabajo. De nuevo, estoy convencida que para los padres de todos estos hijos únicos es un honor tener a tu hijo trabajando en la empresa ésta de ingenieros, pero oye, la única manera de que te suban el sueldo o te mejoren las condiciones en Europa, al menos, es cambiando de trabajo. Ellos sueñan con jubilarse aquí, y yo de pensar en hacer la misma tarea cuarenta años, en el mismo puesto, me muero del aburrimiento.

domingo, 17 de julio de 2016

¡Que vienen los rojos!

Pues resulta que llego el viernes a trabajar, con un montón de cosas que hacer, y un montón de fuegos que apagar (desde que salgo de la oficina como a las 19.30 hasta que entro a las 8.30, se me encienden todos los días un par), y empiezo a meter caña a los chinos para que nos diera tiempo a hacer todo antes de que entren a trabajar en Madrid, y me dicen: “Oye, Laura, que no podemos, tía, que tenemos todos una reunión súper importante y nos vamos a las 9.30”. Tal que les veo que cogen sus libretitas rojas con letras chinas y estrellitas doradas, y viene la única que china que no tenía reunión y me dice bajito: “Es que se van al comité del partido comunista”. Que no sé bien por qué me lo dice bajito cuando en las libretitas, debajo de las letras chinas, hay una hoz y un martillo, pero bueno.
Estoy intentando descubrir, sin ser demasiado ni inquisitiva, qué clase de beneficios les reporta, a día de hoy, seguir siendo del partido. Me refiero, entiendo que en otra situación mundial, durante la guerra fría, durante la Revolución Cultural, fuera ventajoso estar metido en el ajo, pero a día de hoy, con la carrera acabada (por lo visto la gente popular en la uni se mete en el partido) y estando colocados como ingenieros en la séptima empresa más grande del mundo, no sé si tiene mucho sentido.  Por otro lado, tengo la sensación de que van al comité por escaquearse, porque con la tontería del rojerío perdieron la mañana.

Me sorprende mucho que a día de hoy, y parece ser que especialmente en Cantón, la gente sea socia del partido de manera masiva. No estoy en contra, en absoluto, de que lo sean, pero me sorprende que la sociedad “comunista” china viva metida en un Starbucks. A ver, no voy a decir que por ser comunistas no puedan ir a hacer postureo, que claro que pueden, lo que pasa es que no creo que Starbucks China sea del Estado al 51%. Pero bueno, incluso estos rojos tienen otros principios. 

miércoles, 13 de julio de 2016

La vida sin YouTube

El líder de equipo que tengo en el proyecto en el que estoy trabajando me decía en Madrid que estoy siempre con los trending topics. Hablo en pasado porque aquí no hay trending topic que valga. Internet funciona lentísimo y todas las aplicaciones, las páginas de internet y las referencias culturales son diferentes, por eso el blog tiene esta maquetación tan cutre: al ser de Google, no puedo acceder (minipunto a mi inteligencia, hacerme cuenta en Blogger y no en Wordpress, a sabiendas) y cuando accedo va a pedales y desisto antes. 
De cualquier manera, lo llevo bien, vaya. Es cierto que en España estoy todo el día que si el Facebook, el twitter, el instagram… Pero luego te acostumbras, y oye, me parece un poco hasta liberador (en cuanto ponga un pie en Hong Kong me lío la manta a la cabeza otra vez, lo sabemos todos) no estar pendiente todo el día del móvil sin ninguna necesidad. Me sorprende que Google haya claudicado y no esté presente en China, por un lado es un mercado enorme; pero por otra parte me agrada que por lo menos aquí puedas huir de su control. Y sobre todo me alegra que China haya conseguido lo que deberían hacer todos los países: si no pagas impuestos aquí, no cobras un duro aquí.
Y luego lo pienso: “Joder, Google, tío, 1500 millones de chinos para rastrear, cotillear y sacarles los cuartos, ¿de verdad no te compensa doblar la rodilla? Y de paso permitirme a mí tener mi internet habitual, ya que estamos”. Y mira, puede que no. Baidu y WeChat tienen el mismo mercado que Google, con contenidos 100% chinos para chinos, ¿para qué iban a cambiar de aplicaciones?

La ausencia de Facebook y Google hace que los chinos sean un poquito más auténticos, palabra que me gusta utilizar para gente, cosas o lugares a donde, básicamente, Google no ha llegado, pero también para gente, cosas o lugares donde no están pendiente de la última tontería de la Kardashian (¿qué será de ella?) ni de venderle una paella con un chorizo que sobraba en el fondo de la nevera a un guiri. Y es ahí donde te chocas con otra cultura.
El otro día le pregunté a un compañero de trabajo que si tenía algo como YouTube, y se pensó que era un programa de cálculo.
Ayer pensé, con toda mi inocencia: te vas al 7/11 (eso sí que hay) y te compras un sándwich mixto para cenar. Y solo vendían deditos de pollo (deditos son los deditos, los deditos amarillos con uña donde se apoyan las gallinas).
La semana pasada me dijo una compañera de trabajo que la paella le había parecido una guarrería porque el arroz estaba durísimo.

domingo, 10 de julio de 2016

Tianhe

Está a punto de acabarse mi primer fin de semana chino.
Después de ir a la oficina miércoles, jueves y viernes, y salir el viernes a la vez que mi jefe, que está en España, he considerado que me he ganado el fin de semana libre, aunque mis compañeros chinos me dijeron que iban a ir a trabajar el sábado y el domingo. En mi opinión, con la carga de trabajo que tienen no les da para tener que trabajar siete días a la semana; he descubierto que trabajar como un chino no significa hacer más horas que el reloj, sino estar todo el día de cuerpo presente, ya sea echándose la siesta durante dos horas o perdiendo literalmente los papeles. 
Pero hoy quería hablar un poco de Cantón. La verdad, no lo conozco. No podría enseñarle nada a nadie porque no me fío ni de mi sombra, pero me voy haciendo una idea. Vivo en el distrito financiero, ya que es ahí donde está la empresa a la que se ha asociado la mía. El barrio está superbién, no nos vamos a engañar ni ponernos a llorar por las esquinas. Es moderno, el típico de rascacielos, y tiene McDonald’s, Starbucks, KFC, Zara, Louis Vuitton, un Apple Store… En fin, 100% comunista de la época de Mao. Además está al lado del estadio del equipo de fútbol Guangzhou Evergrande, que dicen los entendidos que es un equipo importante. Ahora mismo ya no hay liga, pero están haciendo un concierto de música tradicional y se oye desde mi casa.  

Además el barrio es bastante limpio. En fin, me esperaba hasta escupideras en la oficina (algún compañero me dijo que había, es probable que otros chinos más mayores que los que trabajan conmigo sí que tengan), y lo cierto es que casi no he visto a gente escupir. Bueno, si escupieran, de momento todos los días llueve para limpiarlo, así que no pasaría nada. Lo malo será cuando se acabe la época de monzones. La gente se ve que fuma bastante, y está todo el día comiendo, y sin embargo tampoco hay mucha basura por la calle. Llama mucho la atención, claro. 
Supongo que esto es de esperar en ciudades con más extranjeros, y lo cierto es que aquí hay más bien pocos. Será que ésta es la ciudad más civilizada, pensé. Pero no, ayer estuve en un mercado tradicional y vendían  caballitos de mar, creemos que para hacer medicina. También vendían huevos de  ésos negros podridos, y tripas y demás casquería variada que revuelve los estómagos sensibles. Parece que al fin y al cabo, China sigue siendo China.

jueves, 7 de julio de 2016

Llegar a la oficina

Bueno, pues aquí estoy en China. Me siento así:


Me podría poner pedante, y pensar en el shock que tuvieron que vivir los aventureros europeos y árabes de la Edad Media que se vinieron para acá, pero no lo haré y me limitaré al mío propio. Ciertamente esto parece otro planeta. No solo porque todo está en un idioma del que no eres capaz ni de distinguir un carácter de otro, sino que además ves todo con otro filtro. Llevo toda la vida pensando que de Bangladés hasta Japón todo el mundo es igual, y ya veis, últimamente he aprendido a distinguir a los coreanos de los chinos (O-B-V-I-O, los coreanos son los guapos) y me he llegado aquí y, ¡vaya! ¡Hay tantos cohinos que hasta los ves diferentes!
No puedo contar todo lo que me llama la atención, porque si no no acabaría nunca, así que hoy me voy a limitar a la oficina.
Vivo en Tianhe, que es como Azca en Madrid. Y trabajo en la torre de la séptima empresa más grande del mundo codo a codo con sus empleados. Son funcionarios (entiendo, pero aún no lo sé, que la mayoría de la gente en China lo es aún) y trabajan como tal. En Madrid pensaban que no daban ni chapa, que se bajaban a desayunar, a comer, a echarse la siesta (saco incluido)… pero lo cierto es que todo el tiempo que están en la oficina están sentaditos haciendo cosas con el ordenador. Trabajar mucho tampoco, pero internet va a pedales y no creo que a ellos les dé para mucho tampoco. Básicamente es que no saben organizarse, y creo que (hoy mismo lo he comprobado) que retrabajan por hacer algo y llenarse el tiempo.

También es cierto que es gente que vive para estar en la oficina (por favor, notad la sutileza: trabajar versus estar en la oficina) y allí comen, duermen, mandan los emails que no han mandado a las 16.00 a las 23.00… ¡se llevan a sus hijos y hacen tai chi! LO JURO. Y luego pesas. A las 10 suena la musiquilla de tai chi, y los chinos ahí hacen el kung fu panda. 

Después le meten caña a la música (es decir, tai chi con base electrónica) y a hacer pesas. Pesas lo justo y necesario para que no te salgan adiositos.

sábado, 2 de julio de 2016

El visado

Bueno, ¡pues ya casi me voy!
La verdad, no tengo ninguna gana. He leído en la wikipedia que en Cantón llueve el doble que en Holanda a lo largo del año. ¡El doble! ¡Y yo llamé a mi primer blog "Erasmus en el país de la lluvia"!
A mí me gusta mucho que haga calor, pero mucho, y me encanta el verano, pero no soporto la lluvia. Por eso me da tanta rabia irme justo ahora, en el periodo más seco del año en Madrid a China en su periodo más húmedo, porque ahora es la época de lluvias. No me habría importado ir en septiembre, octubre... porque así seguiría pasando calor y estaría bien, pero ahora en verano no apetece tanto.

Más que llorar, quería contar un poco cómo se tramita el visado. Yo viajo con visa de negocios, y me gustaría mucho poder ayudar a quien se saque la visa, pero hasta que no la empiece a tramitar mi novio no estoy segura de poder ser de mucha ayuda. Aún así, os cuento cómo lo he (han) hecho. Hay que rellenar un formulario en esta página y enviarlo con el pasaporte, la referencia del vuelo y el sitio donde te vas a quedar. Luego ya no sé qué más habrá que hacer ni lo que cuesta, pero es importante saber que lleva unos diez días y que hay que enviar el pasaporte físico, no es como pedir el visado para Turquía, que con el número vale.
Mi visado es de dos entradas de 30 días como máximo cada una, antes de diciembre de 2016, así que después de dos meses, a mediados de septiembre, tendré que salir del país para que me tramiten otro visado nuevo.

El tema de los visados es un tostón, porque aunque no haya que pagar, como en Emiratos Árabes Unidos, es una pérdida de tiempo tener que ir a Omán, asomar la cabeza, y conseguir otro sello para otro mes. Y además, en China, te ponen una pegatina que ocupa toda la página, así que probablemente a la vuelta de la expatriación me tenga que sacar un pasaporte nuevo. De nuevo, para los españoles no es un problema, pero hay países en los que un pasaporte cuesta 300€.

Finalmente, os cuento que vuelo el lunes, y llego a China el martes por la tarde, así que este es mi último post en casa, ¡el siguiente será de cosas chinas!

domingo, 19 de junio de 2016

Una nueva experiencia

¡Hola a todos! 

Me llamo Laura, e hice un blog hace ya ocho años sobre mi Erasmus en Delft. Fue una experiencia muy satisfactoria y la primera vez que viví fuera de España. Conté mis anécdotas en un blog que se llama Erasmus en el país de la lluvia y me aficioné a compartir las cosas que más me llamaban la atención de Holanda. 
Luego tuve un amago de blog donde quería contar lo complicado que era buscar trabajo en España a pesar de ser ingeniera industrial y hablar idiomas y ser guapa, que diría un amigo mío, pero enseguida encontré otras ocupaciones. 
Finalmente encontré trabajo en una empresa del sector de la petroquímica (vaya, que si me veis en Linkedin sabréis perfectamente cuál es) y me permite, a veces a gusto y otras a disgusto, estar bastante tiempo fuera de España. Viví en Dubái durante un año, y os aseguro que todos los días encontraba algo que me sorprendía y me debaja boquiabierta. Ahora mi jefe me envía a China, a Guanzhou, más conocido como Cantón para los españoles, durante un periodo que estimamos dure unos diez meses. Sabiéndolo con anticipación, me gustaría compartir con todos vosotros las cosas que más me sorprendan, y así, igual que durante el tiempo que viví en Holanda, podréis saber de mí sin tener que llamarme y gastaros un montón de dinero. 

También me gustaría que este blog sirva para que la gente encuentre información sobre China, que veo que muchas veces es difícil, y sepa un poco a qué atenerse al irse a vivir a un sitio tan lejano cultural y físicamente. 

¡Nos vemos pronto!