domingo, 28 de agosto de 2016

Un día en la playa

El otro día estuve en la playa con una compi de la oficina, y fue una experiencia mística, digna de un post largo e ilustrado.
A mí el verano no me parece verano si no voy por lo menos un par de días a la playa. Lo necesito porque yo no concibo las vacaciones en otro lugar que no sea  a la orilla del mar. Y claro, me da finales de agosto, y yo aquí sigo trabajando y me empiezan a dar tics.
En contra de lo que pueda parecer, la playa era un lugar habitable y muy parecido a una playa en Gandía. Estuvimos en Dameisha, en Shenzhen, que es una ciudad que linda con Hong Kong, y según la cantidad de buques cargueros que vimos pasar, debe de ser el puerto por el que sale toda la mercancía que se fabrica en la provincia de Guangdong. La parte de playa era como cualquier otra, en fin: chiringuitos, puestos de venta de flotadores y bañadores, hoteles aberrantes de playa y atascos buscando un lugar para aparcar. Un horror, vaya, pero suficiente para satisfacer mi mono de playa.

El tema es que llegamos a la playa y lo especial, ya digo, no es la playa en sí. Me sorprendió muchísimo que estuviera decentemente limpia. He visto playas mucho más guarras en Europa, aunque puede ser que haga ya varios años de eso y que cada día seamos más civilizados. No había muchas colillas, ni muchas cáscaras de fruta, había bastantes papeleras (pero he encontrado esto)… Es notable, porque he observado que cuanto más pobre es el país, menos cuidado le pone la gente a tener la playa limpia, aunque vivan prácticamente de ella. Y en China, en promedio, la gente es muy pobre. Guarra estaba el agua, porque los chinos son muy especiales, guarros y dóciles a la vez y les ponen unas vallas para que no entren tiburones y allí se bañan sin desobedecer. Y toda la porquería que echan al agua allí se queda porque con las vallas no circula. Sin contar con los residuos del puerto claro. Como el ser humano y el ser chino es vago por naturaleza, los chinos se ponen cerca del agua con la toalla, y están todos juntos. Por eso cuando sacan las fotos de las playas chinas te echas las manos a la cabeza de la aglomeración. Pero no llega a esto:

Sin embargo, ya digo, la playa tenía una parte sin vaya donde uno no se podía bañar porque además no había socorrista, y ahí, sin vaya ni boya, mi amiga y yo estuvimos tan panchas todo el rato en el agua, bastante limpia. Y en la arena tampoco había tanta gente. La experiencia fue muy buena, desde luego; sólo nos faltó que hubiera tumbonas (no ha llegado este avance de la tecnología a China).
Hasta aquí, diréis: pues vaya chufla de historia, ¿nada que llamase la atención? Bien, agarraos porque lo fuerte es la presencia de chinos. Los chinos son parte del paisaje porque son los que hacen que todo esto valga la pena.
Los chinos se bañan con bóxers de los apretados. No sé con qué propósito, de verdad, pero desde luego no con el de marcar paquete porque parecen chicas. Algunos creo que ni siquiera llevaban bañador, iban con el calzoncillo y listo.
Las chinas no llevan bikini: llevan una camiseta con relleno de tetas y volantes, y faldita con braga incorporada con más volantes. En fin, ni las gordas tienen curvas, algo tendrán que llevar para darles un poco de volumen. Alguna muy osada se pone bikini pero se tapa con una camiseta de rejilla sepsi. Debajo algunas se ponen el sujetador, con más relleno, claro, que aquí no los venden sin. Me daría pereza salir del agua por no escurrir toda esa cantidad de gomaespuma.
Bueno, ya tenemos a los chinos vestidos, ¡ahora toca bañarse! Todos bien agarrados a las boyas porque no saben nadar. Todos bien sujetos a su móvil, que se bañan con él y todo. Y todos con flotador. ¡Los alquilan! Hombres y mujeres hechos y derechos, con su pelo en pecho y en sobaco, haciendo el amago de nadar a crol con un flotador de un metro de diámetro. He visto cosas que no creeríais...
Os podéis imaginar la situación: los chinos nos veían en bikini y nos hacían fotos a mi amiga y a mí, por delante y por detrás, nos hacían vídeos, nos miraban como si fuéramos de otro planeta. Nos veían bañarnos en la zona sin vigilancia y donde debía de haber una profundidad de unos 2.5 m sin flotador y se quedaban alucinados.

Os enseño un par de fotos, se puede ver que no sólo se podía estar en la playa, sino que estuvimos como reinas:

Por lo demás, ya digo, la zona de playa de Shenzhen no tiene ningún encanto. Tiene una zona como de outlet del estilo de Las Rozas Village digno de mención porque los chinos copian sin mirar y ni ellos saben bien qué copian. Atención a las siguientes imágenes. ¿Es una iglesia? ¿Por qué tiene el aire acondicionado justo donde la puerta? ¿Y qué clase de estatua es ésta delante del aire acondicionado?



Os dejo tiempo para que lo reflexionéis, tened en cuenta que se han gastado el dinero en esto esperando turistas occidentales. Niños, no juguéis con el Google Translator. 

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