domingo, 31 de julio de 2016

La comida china. Parte 1

Hoy sí que voy a contaros experiencias con la comida china. La comida china de Cantón, que no se parece en nada al cerdo agridulce de debajo de casa. 
El que me conozca bien, sabe que yo soy bastante especial. No me gusta el picante, no me gusta el marisco y no me gusta la casquería. Lo que es más, me amarga la comida. El marisco encima de la mesa lo soporto, pero según qué casquería, no. Y no soy una gran fan del arroz en ninguna de sus variantes más allá del arroz con leche que hacía mi abuela. Y además creo que desde el Erasmus, cuando bebía mucho todos los días y mis amigas y yo robábamos las cervezas que la gente posaba un rato, no tengo el estómago muy allá y me da miedo ponerme mala. Por eso cuando viajo arriesgo poco.
Con este panorama la empresa decide mandarme al sur de China, donde la comida típica tiene mucho marisco porque el mar está cerca, se abusa del picante y de los animales terrestres se aprovechan hasta las uñas. ¡Yippie!
Comer, yo aquí como poco porque las raciones son más bien pequeñas y además enseguida me estragan  los sabores nuevos. Pero para mi sorpresa, he descubierto que la comida, en fin, no está tan mala. Hay varios tipos de restaurantes. Cuando la gente dice que viajar por Asia es ba-ra-tí-si-mo me los imagino comiendo en las casitas de comidas de mesas corridas y azulejos blancos. Yo ahí, lo siento, no me arriesgo a comer. Pero hay restaurantes de nivel medio donde te pones las botas por 100 yuanes. A comer y a beber. 100 yuanes, la última vez que saqué dinero, son 14€. Y se nota que la materia prima es buena.
La comida además es muy variada. En toda comida hay carne, pescado, verdura, setas, arroz… de tipos que no sabía que fueran comestibles en Europa. Y se comparte todo. Las mesas suelen ser de tipo redondo con platillos pequeñitos, y la comida se pone encima de la mesa sobre un cristal que gira para poderla compartir. Esto me gusta bastante y me parece una solución muy lógica, que en España no lo he visto jamás, el país de las tapas.

El otro día fui con mis compañeros españoles a comer hot pot, y es la guarrería máxima que me encantó. Básicamente consiste en una olla o dos con sopa caliente y grasaza en la que tú vas echando de todo. Había hasta sesos, pero no los pedimos porque habría dejado de comer de verlos encima de la mesa. Tú vas echando y vas comiendo, y todos comen del mismo puchero sin más ni más. Me pareció la guarrería máxima y que todo estaba buenísimo, y eso que fui con reticencias. Creo que lo hay en Madrid también, en Usera, porque esto es muy chino, y desde luego supongo que nadie de mis compañeros lo hubiera llegado a conocer si no los lleva antes un chino de la oficina. 
Y aquí me tenéis, embarrada que hasta te dan un delantal!
A mi compi español le he pixelado, a los chinos no porque son todos iguales.

domingo, 24 de julio de 2016

Los no tan jóvenes chinos

El otro día me invitaron mis chinos a cenar. Mis compañeros de la oficina (no los he contado, pero somos en torno a 10) hablamos de los chinos ya como si fueran nuestros. Mi contraparte en la empresa china me sacó a cenar a un restaurante que está justo debajo de la oficina. Veréis, como se puede ver en Linkedin, ahora mismo trabajo en la sede en Cantón de una de las empresas más grandes del mundo. La torre homónima de la empresa tiene 39 plantas, me parece, porque como en todos los edificios grandes, los ascensores van por tramos y nunca lo sabes bien. Debajo tiene un centro comercial de cuatro plantas, que no es en plan ¡Oh Dios mío, cuánta tienda!, pero en Madrid en el bajo de la oficina hay una máquina de café. Las comparaciones son odiosas.


Sigo con mis chinos. La cena me sirvió para conocerles mejor como personas, porque no hablamos ni un minuto de trabajo. Mi grupo de gente es bastante majo. El líder es un poco toli y le dan por todas partes y él no las ve venir, pero tiene un par de chavales bastante espabilados que me sacan de muchos apuros porque hablan un inglés comprensible para el oído extranjero, y me absorben el conocimiento como auténticos chinos que son.  
Otro día hablaré de la comida en sí misma, hoy me voy a limitar a los chinos. Hace poco un amigo me pasó un link a este blog, y me llamó mucho la atención su comparativa ente lo que había sido su infancia en España y la de su mujer en China. Me encantaría haber visto aquella China de los 80, con todo el mundo vestido de azul con el mismo corte de pelo, que supongo que aún hoy les marca a todos los que la vivieron. Mis chinos tienen alrededor de 30-35 años, aunque no lo sé exactamente por razones que dan para otro post, así que son hijos únicos. Hay un par que no, porque son de pueblo, y en algunos sitios si tenías primero una hija, como no podía ser de ayuda en el campo, te dejaban tener otro. Claro, como hijos únicos, son en los que los padres vuelcan todas sus esperanzas, y creo que de ahí les viene la presión social. Hay que casarse, lo primero que me preguntaron fue qué pensaba mi marido de que estuviera aquí. Y para casarse, los hombres tienen que tener una casa en propiedad, porque si no, no consiguen novia. Les sorprendió bastante cuando dije que ni estaba casada ni pensaba estarlo, pero que vivo con mi novio y la casa es de alquiler y así lo va a ser hasta el final de los tiempos. Y por supuesto, mi novio se resigna a que yo esté aquí, qué se le va a hacer con los tiempos que corren; pero dejarme, me deja venir, ¡faltaría más!

La presión que tienen ellos para casarse es brutal. Mi china favorita tuvo una cita el otro día, porque está soltera, y casi le hacen fiesta los compañeros de la oficina, que a mí, si me lo hicieran, me jodería. Es posible que en España eso se haya relajado un poco también por influencia extranjera, pero aquí de eso no hay casi. Sí, hay McDonalds y Starbucks, pero la cultura es 100% china. Aunque lo de la pobre china parezca machista (el machismo también da para otro post), no lo es al cien por cien. Seguro que le pasó lo mismo al chico con el que quedó.


Otra cosa que no pasa en España entre la gente joven es que los chinos no quieren cambiar de trabajo. De nuevo, estoy convencida que para los padres de todos estos hijos únicos es un honor tener a tu hijo trabajando en la empresa ésta de ingenieros, pero oye, la única manera de que te suban el sueldo o te mejoren las condiciones en Europa, al menos, es cambiando de trabajo. Ellos sueñan con jubilarse aquí, y yo de pensar en hacer la misma tarea cuarenta años, en el mismo puesto, me muero del aburrimiento.

domingo, 17 de julio de 2016

¡Que vienen los rojos!

Pues resulta que llego el viernes a trabajar, con un montón de cosas que hacer, y un montón de fuegos que apagar (desde que salgo de la oficina como a las 19.30 hasta que entro a las 8.30, se me encienden todos los días un par), y empiezo a meter caña a los chinos para que nos diera tiempo a hacer todo antes de que entren a trabajar en Madrid, y me dicen: “Oye, Laura, que no podemos, tía, que tenemos todos una reunión súper importante y nos vamos a las 9.30”. Tal que les veo que cogen sus libretitas rojas con letras chinas y estrellitas doradas, y viene la única que china que no tenía reunión y me dice bajito: “Es que se van al comité del partido comunista”. Que no sé bien por qué me lo dice bajito cuando en las libretitas, debajo de las letras chinas, hay una hoz y un martillo, pero bueno.
Estoy intentando descubrir, sin ser demasiado ni inquisitiva, qué clase de beneficios les reporta, a día de hoy, seguir siendo del partido. Me refiero, entiendo que en otra situación mundial, durante la guerra fría, durante la Revolución Cultural, fuera ventajoso estar metido en el ajo, pero a día de hoy, con la carrera acabada (por lo visto la gente popular en la uni se mete en el partido) y estando colocados como ingenieros en la séptima empresa más grande del mundo, no sé si tiene mucho sentido.  Por otro lado, tengo la sensación de que van al comité por escaquearse, porque con la tontería del rojerío perdieron la mañana.

Me sorprende mucho que a día de hoy, y parece ser que especialmente en Cantón, la gente sea socia del partido de manera masiva. No estoy en contra, en absoluto, de que lo sean, pero me sorprende que la sociedad “comunista” china viva metida en un Starbucks. A ver, no voy a decir que por ser comunistas no puedan ir a hacer postureo, que claro que pueden, lo que pasa es que no creo que Starbucks China sea del Estado al 51%. Pero bueno, incluso estos rojos tienen otros principios. 

miércoles, 13 de julio de 2016

La vida sin YouTube

El líder de equipo que tengo en el proyecto en el que estoy trabajando me decía en Madrid que estoy siempre con los trending topics. Hablo en pasado porque aquí no hay trending topic que valga. Internet funciona lentísimo y todas las aplicaciones, las páginas de internet y las referencias culturales son diferentes, por eso el blog tiene esta maquetación tan cutre: al ser de Google, no puedo acceder (minipunto a mi inteligencia, hacerme cuenta en Blogger y no en Wordpress, a sabiendas) y cuando accedo va a pedales y desisto antes. 
De cualquier manera, lo llevo bien, vaya. Es cierto que en España estoy todo el día que si el Facebook, el twitter, el instagram… Pero luego te acostumbras, y oye, me parece un poco hasta liberador (en cuanto ponga un pie en Hong Kong me lío la manta a la cabeza otra vez, lo sabemos todos) no estar pendiente todo el día del móvil sin ninguna necesidad. Me sorprende que Google haya claudicado y no esté presente en China, por un lado es un mercado enorme; pero por otra parte me agrada que por lo menos aquí puedas huir de su control. Y sobre todo me alegra que China haya conseguido lo que deberían hacer todos los países: si no pagas impuestos aquí, no cobras un duro aquí.
Y luego lo pienso: “Joder, Google, tío, 1500 millones de chinos para rastrear, cotillear y sacarles los cuartos, ¿de verdad no te compensa doblar la rodilla? Y de paso permitirme a mí tener mi internet habitual, ya que estamos”. Y mira, puede que no. Baidu y WeChat tienen el mismo mercado que Google, con contenidos 100% chinos para chinos, ¿para qué iban a cambiar de aplicaciones?

La ausencia de Facebook y Google hace que los chinos sean un poquito más auténticos, palabra que me gusta utilizar para gente, cosas o lugares a donde, básicamente, Google no ha llegado, pero también para gente, cosas o lugares donde no están pendiente de la última tontería de la Kardashian (¿qué será de ella?) ni de venderle una paella con un chorizo que sobraba en el fondo de la nevera a un guiri. Y es ahí donde te chocas con otra cultura.
El otro día le pregunté a un compañero de trabajo que si tenía algo como YouTube, y se pensó que era un programa de cálculo.
Ayer pensé, con toda mi inocencia: te vas al 7/11 (eso sí que hay) y te compras un sándwich mixto para cenar. Y solo vendían deditos de pollo (deditos son los deditos, los deditos amarillos con uña donde se apoyan las gallinas).
La semana pasada me dijo una compañera de trabajo que la paella le había parecido una guarrería porque el arroz estaba durísimo.

domingo, 10 de julio de 2016

Tianhe

Está a punto de acabarse mi primer fin de semana chino.
Después de ir a la oficina miércoles, jueves y viernes, y salir el viernes a la vez que mi jefe, que está en España, he considerado que me he ganado el fin de semana libre, aunque mis compañeros chinos me dijeron que iban a ir a trabajar el sábado y el domingo. En mi opinión, con la carga de trabajo que tienen no les da para tener que trabajar siete días a la semana; he descubierto que trabajar como un chino no significa hacer más horas que el reloj, sino estar todo el día de cuerpo presente, ya sea echándose la siesta durante dos horas o perdiendo literalmente los papeles. 
Pero hoy quería hablar un poco de Cantón. La verdad, no lo conozco. No podría enseñarle nada a nadie porque no me fío ni de mi sombra, pero me voy haciendo una idea. Vivo en el distrito financiero, ya que es ahí donde está la empresa a la que se ha asociado la mía. El barrio está superbién, no nos vamos a engañar ni ponernos a llorar por las esquinas. Es moderno, el típico de rascacielos, y tiene McDonald’s, Starbucks, KFC, Zara, Louis Vuitton, un Apple Store… En fin, 100% comunista de la época de Mao. Además está al lado del estadio del equipo de fútbol Guangzhou Evergrande, que dicen los entendidos que es un equipo importante. Ahora mismo ya no hay liga, pero están haciendo un concierto de música tradicional y se oye desde mi casa.  

Además el barrio es bastante limpio. En fin, me esperaba hasta escupideras en la oficina (algún compañero me dijo que había, es probable que otros chinos más mayores que los que trabajan conmigo sí que tengan), y lo cierto es que casi no he visto a gente escupir. Bueno, si escupieran, de momento todos los días llueve para limpiarlo, así que no pasaría nada. Lo malo será cuando se acabe la época de monzones. La gente se ve que fuma bastante, y está todo el día comiendo, y sin embargo tampoco hay mucha basura por la calle. Llama mucho la atención, claro. 
Supongo que esto es de esperar en ciudades con más extranjeros, y lo cierto es que aquí hay más bien pocos. Será que ésta es la ciudad más civilizada, pensé. Pero no, ayer estuve en un mercado tradicional y vendían  caballitos de mar, creemos que para hacer medicina. También vendían huevos de  ésos negros podridos, y tripas y demás casquería variada que revuelve los estómagos sensibles. Parece que al fin y al cabo, China sigue siendo China.

jueves, 7 de julio de 2016

Llegar a la oficina

Bueno, pues aquí estoy en China. Me siento así:


Me podría poner pedante, y pensar en el shock que tuvieron que vivir los aventureros europeos y árabes de la Edad Media que se vinieron para acá, pero no lo haré y me limitaré al mío propio. Ciertamente esto parece otro planeta. No solo porque todo está en un idioma del que no eres capaz ni de distinguir un carácter de otro, sino que además ves todo con otro filtro. Llevo toda la vida pensando que de Bangladés hasta Japón todo el mundo es igual, y ya veis, últimamente he aprendido a distinguir a los coreanos de los chinos (O-B-V-I-O, los coreanos son los guapos) y me he llegado aquí y, ¡vaya! ¡Hay tantos cohinos que hasta los ves diferentes!
No puedo contar todo lo que me llama la atención, porque si no no acabaría nunca, así que hoy me voy a limitar a la oficina.
Vivo en Tianhe, que es como Azca en Madrid. Y trabajo en la torre de la séptima empresa más grande del mundo codo a codo con sus empleados. Son funcionarios (entiendo, pero aún no lo sé, que la mayoría de la gente en China lo es aún) y trabajan como tal. En Madrid pensaban que no daban ni chapa, que se bajaban a desayunar, a comer, a echarse la siesta (saco incluido)… pero lo cierto es que todo el tiempo que están en la oficina están sentaditos haciendo cosas con el ordenador. Trabajar mucho tampoco, pero internet va a pedales y no creo que a ellos les dé para mucho tampoco. Básicamente es que no saben organizarse, y creo que (hoy mismo lo he comprobado) que retrabajan por hacer algo y llenarse el tiempo.

También es cierto que es gente que vive para estar en la oficina (por favor, notad la sutileza: trabajar versus estar en la oficina) y allí comen, duermen, mandan los emails que no han mandado a las 16.00 a las 23.00… ¡se llevan a sus hijos y hacen tai chi! LO JURO. Y luego pesas. A las 10 suena la musiquilla de tai chi, y los chinos ahí hacen el kung fu panda. 

Después le meten caña a la música (es decir, tai chi con base electrónica) y a hacer pesas. Pesas lo justo y necesario para que no te salgan adiositos.

sábado, 2 de julio de 2016

El visado

Bueno, ¡pues ya casi me voy!
La verdad, no tengo ninguna gana. He leído en la wikipedia que en Cantón llueve el doble que en Holanda a lo largo del año. ¡El doble! ¡Y yo llamé a mi primer blog "Erasmus en el país de la lluvia"!
A mí me gusta mucho que haga calor, pero mucho, y me encanta el verano, pero no soporto la lluvia. Por eso me da tanta rabia irme justo ahora, en el periodo más seco del año en Madrid a China en su periodo más húmedo, porque ahora es la época de lluvias. No me habría importado ir en septiembre, octubre... porque así seguiría pasando calor y estaría bien, pero ahora en verano no apetece tanto.

Más que llorar, quería contar un poco cómo se tramita el visado. Yo viajo con visa de negocios, y me gustaría mucho poder ayudar a quien se saque la visa, pero hasta que no la empiece a tramitar mi novio no estoy segura de poder ser de mucha ayuda. Aún así, os cuento cómo lo he (han) hecho. Hay que rellenar un formulario en esta página y enviarlo con el pasaporte, la referencia del vuelo y el sitio donde te vas a quedar. Luego ya no sé qué más habrá que hacer ni lo que cuesta, pero es importante saber que lleva unos diez días y que hay que enviar el pasaporte físico, no es como pedir el visado para Turquía, que con el número vale.
Mi visado es de dos entradas de 30 días como máximo cada una, antes de diciembre de 2016, así que después de dos meses, a mediados de septiembre, tendré que salir del país para que me tramiten otro visado nuevo.

El tema de los visados es un tostón, porque aunque no haya que pagar, como en Emiratos Árabes Unidos, es una pérdida de tiempo tener que ir a Omán, asomar la cabeza, y conseguir otro sello para otro mes. Y además, en China, te ponen una pegatina que ocupa toda la página, así que probablemente a la vuelta de la expatriación me tenga que sacar un pasaporte nuevo. De nuevo, para los españoles no es un problema, pero hay países en los que un pasaporte cuesta 300€.

Finalmente, os cuento que vuelo el lunes, y llego a China el martes por la tarde, así que este es mi último post en casa, ¡el siguiente será de cosas chinas!