Hoy sí que voy a contaros experiencias con la comida china. La comida china de Cantón, que no se parece en nada al cerdo agridulce de debajo de casa.
El
que me conozca bien, sabe que yo soy bastante especial. No me gusta el picante,
no me gusta el marisco y no me gusta la casquería. Lo que es más, me amarga la
comida. El marisco encima de la mesa lo soporto, pero según qué casquería, no.
Y no soy una gran fan del arroz en ninguna de sus variantes más allá del arroz
con leche que hacía mi abuela. Y además creo que desde el Erasmus, cuando bebía
mucho todos los días y mis amigas y yo robábamos las cervezas que la gente
posaba un rato, no tengo el estómago muy allá y me da miedo ponerme mala. Por
eso cuando viajo arriesgo poco.
Con este panorama la empresa decide mandarme al sur de
China, donde la comida típica tiene mucho marisco porque el mar está cerca, se
abusa del picante y de los animales terrestres se aprovechan hasta las uñas. ¡Yippie!
Comer, yo aquí como poco porque las raciones son más bien
pequeñas y además enseguida me estragan los sabores nuevos. Pero para mi sorpresa, he
descubierto que la comida, en fin, no está tan mala. Hay varios tipos de
restaurantes. Cuando la gente dice que viajar por Asia es ba-ra-tí-si-mo me los
imagino comiendo en las casitas de comidas de mesas corridas y azulejos
blancos. Yo ahí, lo siento, no me arriesgo a comer. Pero hay restaurantes de
nivel medio donde te pones las botas por 100 yuanes. A comer y a beber. 100
yuanes, la última vez que saqué dinero, son 14€. Y se nota que la materia prima
es buena.
La comida además es muy variada. En toda comida hay carne,
pescado, verdura, setas, arroz… de tipos que no sabía que fueran comestibles en
Europa. Y se comparte todo. Las mesas suelen ser de tipo redondo con platillos
pequeñitos, y la comida se pone encima de la mesa sobre un cristal que gira
para poderla compartir. Esto me gusta bastante y me parece una solución muy
lógica, que en España no lo he visto jamás, el país de las tapas.
El otro día fui con mis compañeros españoles a comer hot
pot, y es la guarrería máxima que me encantó. Básicamente consiste en una olla
o dos con sopa caliente y grasaza en la que tú vas echando de todo. Había hasta
sesos, pero no los pedimos porque habría dejado de comer de verlos encima de la
mesa. Tú vas echando y vas comiendo, y todos comen del mismo puchero sin más ni
más. Me pareció la guarrería máxima y que todo estaba buenísimo, y eso que fui
con reticencias. Creo que lo hay en Madrid también, en Usera, porque esto es muy
chino, y desde luego supongo que nadie de mis compañeros lo hubiera llegado a
conocer si no los lleva antes un chino de la oficina.
Y aquí me tenéis, embarrada que hasta te dan un delantal!
A mi compi español le he pixelado, a los chinos no porque son todos iguales.