domingo, 25 de septiembre de 2016

Visita exprés

¡Vaya! ¡A lo tonto, a lo tonto, me he tirado un mes sin meter ni un solo post!

No tengo excusa, quiero pensar, pero la verdad es que he estado en otras cosas. Como las chicas que tramitan los visados en mi empresa no son las más espabiladas del mundo, el día 6 de este mes tuve que volver a España a tramitar un nuevo permiso de entrada en China. Volver a casa después de dos meses fuera es maravilloso, pero todavía lo es más si te parece que habitualmente te mueves por otro planeta. Reencontrarse con los olores, las sensaciones... es genial llegar a Madrid y que el ambiente no huela a comida. En Villalba el cielo era azul, azul que dolían los ojos al mirarlo, y el aire era puro y todo olía a pino. Y un poco a vaca. Pero son olores naturales de campo, no lo que hay en China, que el pasadizo para coger el metro huele a quinientos tipos de comida y lo hace nauseabundo. 
Creo cien por cien que hace falta salir de España una temporada para valorar lo que hay en casa. El aire limpio, el trabajo eficiente, el clima seco de Madrid y la comida. Y la compañía. Hasta llegué a la oficina y me encantó ver a mis compañeros de departamento, a mis compañeros de proyecto... Por no hablar de mi madre y de mi novio. A mi hermano es que le vi poco, y a mis amigos tampoco los vi a todos ni los vi mucho. Pero es suficiente para saber que están ahí. 
En Madrid también he aprovechado para irme de compras sabiendo que iba a encontrar mi talla, y para recuperar las viejas costumbres de vaguear el domingo. 
Aquí podéis verme haciendo una de las cosas que más me gustan los fines de semana: la cañita dominguera.

Y después de ponerme el caramelo en la boca, la dura realidad del trabajo. Finalmente el jueves pasado recibí una llamada de mis amiguis de Recursos Humanos: mi visado había sido tramitado con éxito. Puedo entrar en China todas las veces que quiera siempre y cuando entre, quedarme hasta 30 días, de aquí al 18 de septiembre de 2017.
Así que aquí estoy en Guangzhou de vuelta...

domingo, 28 de agosto de 2016

Trabajo como una china

Como ya conté en el post anterior, es duro que llegue el final del mes de agosto y siga yo aquí sin vacaciones. Sé que más duro es para mi novio, que está pendiente de mí para cogerse las suyas, pero como este blog lo escribo yo, yo soy la que me quejo.
Estoy bastante cansada de trabajar, necesito las vacaciones más que nunca, y es que esta semana ha sido bastante intensa, aunque no haya sido la que más he trabajado. He decidido no entrar en detalle con las cosas del curro porque este no es el foro adecuado, y no creo que aporte nada a nadie los problemas a los que me enfrento en el día a día, pero voy a compartir impresiones.

De lo que realmente estoy cansada es de la expresión "trabajar como un chino", porque los chinos no trabajan mucho. Yo llego a la oficina, y de mi grupo de trabajo, desde luego que soy yo la que más trabaja, pero la que menos horas está allí sentada. 
Los chinos llegan a la oficina como a las 8-8.30, y se van a la sala habilitada para comer a desayunar. Están media hora y se ponen al lío. Bueno, a leer la prensa y a enchufarse al messenger. Y tiene que ser el messenger porque la china que se sienta a mi lado tiene una foto de Crepúsculo de perfil, y yo en el chat de la oficina no tengo nada (en mi empresa tenemos skype office, ligado al outlook), pero si tuviera algo, tendría una foto seria, arreglada sin escote y sin gafas de sol, aunque mi foto de whatsapp sea ridícula y mi jefe tenga acceso a esa foto porque tiene mi teléfono personal. En fin, vuelvo a los chinos. A las 11.30-12 se ponen a comer. De las 13.00 a las 14.00 se echan la siesta, que los hay que tienen camas. 
A las 17.00 algunos se van. Y cuando no está el líder del equipo se van y no hacen NADA. Es verdad que la mayor parte se queda más tiempo, pero a las 18.00 se van a cenar hasta las 19.00 o así. Y el tiempo que están, tienen todo el día el móvil en la mano. Los hay hasta enganchados al tinder chino. Es una barbaridad, de verdad, no trabajan más de seis horas y media o siete de las 11 que pueden pasar en la oficina (no seré yo la que se queje de trabajar seis horas, desde mi análisis simplista, la jornada de seis horas reduciría el paro y activaría el consumo, pero allá vosotros con lo que votáis y lo que defienden los sindicatos podridos de España, pero se supone que la jornada laboral son 8 horas. Yo en cuanto entro en la oficina pienso en terminar pronto e irme, así que espabilo y no me enciendo el messenger). 
Me parece increíble que yo me sepa la historia de todo lo que llevan cinco chinos, y ellos aún no sepan ni por donde les vienen ni a quién tienen que recurrir cuando tienen problemas. 
A veces pienso que es una cultura de empresa, debido a mis experiencias laborales he visto que la manera de calentar la silla y de procesar la información es diferente según la empresa de ingeniería en la que trabajes, pero realmente creo que es la cultura china. Yo estoy aquí para coordinar el trabajo de un grupo de cinco chinos. Cinco. Y ellos son incapaces de tomar decisiones (lo veo también con mis compañeros) y de quejarse cuando creen que están haciendo las cosas bien y pedimos correcciones, a veces erróneas, que también somos humanos. Son dóciles y sin embargo vagos. muy vagos. Tienen la cultura de la chapuza, de tirar con esto que hemos hecho y ya se verá luego. La cultura de calentar la silla, de estar 10 horas en la oficina y sacar un email y un plano. 
En fin, es cuestión de verlo en las tiendas de barrio. Los chinos ni se levantan a atenderte, solo mandan a uno que te siga si la tienda es muy grande, y te cobran sin dar al pause de la telenovela que ven por internet. 
Pensadlo, si fueran trabajadores de verdad, concienciados con la calidad, la seguridad laboral, la innovación y la eficiencia, son 1300 millones de chinos, nos habrían comido hace muchas décadas. Algo tendrán que no nos comen...

Por eso mis compañeros y yo ya no usamos la expresión "trabajar como un chino", porque desde luego, si es chino de esta empresa, ya os digo que no trabajan mucho. 

Un día en la playa

El otro día estuve en la playa con una compi de la oficina, y fue una experiencia mística, digna de un post largo e ilustrado.
A mí el verano no me parece verano si no voy por lo menos un par de días a la playa. Lo necesito porque yo no concibo las vacaciones en otro lugar que no sea  a la orilla del mar. Y claro, me da finales de agosto, y yo aquí sigo trabajando y me empiezan a dar tics.
En contra de lo que pueda parecer, la playa era un lugar habitable y muy parecido a una playa en Gandía. Estuvimos en Dameisha, en Shenzhen, que es una ciudad que linda con Hong Kong, y según la cantidad de buques cargueros que vimos pasar, debe de ser el puerto por el que sale toda la mercancía que se fabrica en la provincia de Guangdong. La parte de playa era como cualquier otra, en fin: chiringuitos, puestos de venta de flotadores y bañadores, hoteles aberrantes de playa y atascos buscando un lugar para aparcar. Un horror, vaya, pero suficiente para satisfacer mi mono de playa.

El tema es que llegamos a la playa y lo especial, ya digo, no es la playa en sí. Me sorprendió muchísimo que estuviera decentemente limpia. He visto playas mucho más guarras en Europa, aunque puede ser que haga ya varios años de eso y que cada día seamos más civilizados. No había muchas colillas, ni muchas cáscaras de fruta, había bastantes papeleras (pero he encontrado esto)… Es notable, porque he observado que cuanto más pobre es el país, menos cuidado le pone la gente a tener la playa limpia, aunque vivan prácticamente de ella. Y en China, en promedio, la gente es muy pobre. Guarra estaba el agua, porque los chinos son muy especiales, guarros y dóciles a la vez y les ponen unas vallas para que no entren tiburones y allí se bañan sin desobedecer. Y toda la porquería que echan al agua allí se queda porque con las vallas no circula. Sin contar con los residuos del puerto claro. Como el ser humano y el ser chino es vago por naturaleza, los chinos se ponen cerca del agua con la toalla, y están todos juntos. Por eso cuando sacan las fotos de las playas chinas te echas las manos a la cabeza de la aglomeración. Pero no llega a esto:

Sin embargo, ya digo, la playa tenía una parte sin vaya donde uno no se podía bañar porque además no había socorrista, y ahí, sin vaya ni boya, mi amiga y yo estuvimos tan panchas todo el rato en el agua, bastante limpia. Y en la arena tampoco había tanta gente. La experiencia fue muy buena, desde luego; sólo nos faltó que hubiera tumbonas (no ha llegado este avance de la tecnología a China).
Hasta aquí, diréis: pues vaya chufla de historia, ¿nada que llamase la atención? Bien, agarraos porque lo fuerte es la presencia de chinos. Los chinos son parte del paisaje porque son los que hacen que todo esto valga la pena.
Los chinos se bañan con bóxers de los apretados. No sé con qué propósito, de verdad, pero desde luego no con el de marcar paquete porque parecen chicas. Algunos creo que ni siquiera llevaban bañador, iban con el calzoncillo y listo.
Las chinas no llevan bikini: llevan una camiseta con relleno de tetas y volantes, y faldita con braga incorporada con más volantes. En fin, ni las gordas tienen curvas, algo tendrán que llevar para darles un poco de volumen. Alguna muy osada se pone bikini pero se tapa con una camiseta de rejilla sepsi. Debajo algunas se ponen el sujetador, con más relleno, claro, que aquí no los venden sin. Me daría pereza salir del agua por no escurrir toda esa cantidad de gomaespuma.
Bueno, ya tenemos a los chinos vestidos, ¡ahora toca bañarse! Todos bien agarrados a las boyas porque no saben nadar. Todos bien sujetos a su móvil, que se bañan con él y todo. Y todos con flotador. ¡Los alquilan! Hombres y mujeres hechos y derechos, con su pelo en pecho y en sobaco, haciendo el amago de nadar a crol con un flotador de un metro de diámetro. He visto cosas que no creeríais...
Os podéis imaginar la situación: los chinos nos veían en bikini y nos hacían fotos a mi amiga y a mí, por delante y por detrás, nos hacían vídeos, nos miraban como si fuéramos de otro planeta. Nos veían bañarnos en la zona sin vigilancia y donde debía de haber una profundidad de unos 2.5 m sin flotador y se quedaban alucinados.

Os enseño un par de fotos, se puede ver que no sólo se podía estar en la playa, sino que estuvimos como reinas:

Por lo demás, ya digo, la zona de playa de Shenzhen no tiene ningún encanto. Tiene una zona como de outlet del estilo de Las Rozas Village digno de mención porque los chinos copian sin mirar y ni ellos saben bien qué copian. Atención a las siguientes imágenes. ¿Es una iglesia? ¿Por qué tiene el aire acondicionado justo donde la puerta? ¿Y qué clase de estatua es ésta delante del aire acondicionado?



Os dejo tiempo para que lo reflexionéis, tened en cuenta que se han gastado el dinero en esto esperando turistas occidentales. Niños, no juguéis con el Google Translator. 

domingo, 14 de agosto de 2016

Los chinos gordos

El tema de la comida me lleva a hacer muchas reflexiones. No comprendo bien cómo es posible que los chinos estén delgados cuando están TODO el día comiendo. Puede ser que su comida sea muy poco calórica, está claro que de chupar dedos de pollo no se puede poner uno como un tonel, pero me sorprende la poca cantidad de obesidad que hay aquí. Es alucinante, y me recuerda cuando estuve en Grecia hace 15 años, y a mi madre y a mí nos sorprendió que la gente estuviera mucho más delgada que en España, cuando en España aún me costaba encontrar ropa de mi talla porque yo siempre he sido grande y nunca he estado lo que se viene conociendo como flaca. 
Desde aquel momento (ahora en España ya entro hasta en algunas tallas medianas) ha sido una de las cosas que más me han llamado la atención al viajar, y de las primeras en las que me fijo, si la gente está mayormente delgada o gorda. También me gusta mucho ir al súper a ver qué clase de productos venden, cuanto cuestan, y hacerme una idea de lo que se come. 
En China, ya os digo, la gente está delgada, y ha sido una constante en todos los sitios donde he estado, que cuando el país es más rico la gente está más gorda. Se está revirtiendo en los países del primer mundo y solo los pobres son gordos. Aquí todavía tiene que crecer la masa de gente gorda en general, creo, porque están todos más o menos igual. Y otra cosa que me llama la atención sobre la obesidad, es que no hay adultos gordos, solo hay niños. Parece que los chinos van por el camino de la globalización total, incluyendo la gordura. 
En Hong Kong la mayor parte de la gente es china (tengo pensado escribir un post sobre esto), y sin embargo el nivel de obesidad es completamente europeo. Traduzco: había muchos gordos. Muchos. Es lamentable que con la neocolonización también se estén exportando los malos hábitos alimenticios y de comportamiento. Puede ser que dentro de 10 años, que es el tiempo que me ha llevado pasar de ser una chica alta a ir a conciertos y no ver una mierda, en China las nuevas generaciones hayan engordado a nivel occidental y hayan crecido hasta que se vean obligados a hacer tallas para mí, que hay mucha ropa bonita que ni intento probarme, pero por su salud, les deseo de todo corazón seguir siendo delgados y pequeñitos. 

Hong Kong

El jueves día 4 hice un mes en China. ¡Un mes ya! Se me ha pasado volado, pero miro para atrás y me da la sensación de que determinado email o determinado plano pasó por mis manos hace años cuando llegó estando ya aquí.
El tema es que al hacer un mes, he tenido que salir de China porque mi visado es de dos entradas de máximo 30 días de estancia cada una. Quería ir a Singapur a ver a mi amiga Rosa pero no hemos podido cuadrar, así que me fui a Hong Kong a pasar el fin de semana.  Me ha encantado, de verdad. Es una mezcla entre Nueva York y Londres, pero chino. Y ha sido maravilloso poder tener otra vez internet bien, hasta en la calle hay wifi gratis.
Es un sitio espectacular fruto del colonialismo más feroz, donde también se puede apreciar el neocolonialismo atroz que hay en otras ciudades del estilo como Dubái. Esto se ve en los precios desorbitados y en la cantidad de extranjeros que hay. Me ha llamado mucho la atención que había muchos viajeros solos, puede ser que se deba a mi propia condición de viajera solitaria, pero creo que hay muchas más empresas a parte de la mía que hacen visados de mierda. También se ven muchos extranjeros que trabajan allí, y tienen que ganar mucho, mucho dinero para poder permitirse un piso con un tamaño humano y para que compense la industria del lujo que hay allí instalada.  Voy a dar dos ejemplos claros de la necesidad de pasta.
Yo estoy expatriada, está claro que no estoy trabajando todos los días hasta las 9 a 15000km de casa por 1000€, y cuando estuve en EAU cogí la mala costumbre de ir a tomarme una cerveza de vez en cuando  a un hotel de 5 estrellas. En Hong Kong estuve en el Intercontinental de Kowloon con vistas a la isla y me costaron dos cervezas locales y un sándwich 60€. Esperaba pagar 30€, sabía a dónde iba y pensaba pagar como en Dubái, con la diferencia de que en Dubái solo se puede beber en este tipo de sitios y en Hong Kong hay bares por la calle. Pues pagué el doble, pero tenía esta vista:
Dormí aquí:
Es el Innspirit, un guest house encantador en Kowloon, muy conveniente porque estaba cerca de la estación de tren con conexión a Cantón. Pero pagué 60€ la noche por una habitación “doble” donde mi novio y yo no habríamos cabido en la cama. Y este es el sitio mejor valorado de tripadvisor.
Hong Kong, a pesar de la rabia que me da darle la razón a mi padre, da para una semana de viaje. Estuve dos días en la isla, y la luz allí es alucinante, con los rascacielos y la montaña y la vegetación, y otro día en Kowloon, que es más tradicional y pude ver los peces que te dan en los restaurantes, tú los eliges y allí te los matan después de que les hayas puesto nombre como a Tenacitas. Habría necesitado otro día para ir a Macao y otro día para ir a ver el Buda de Lantau, y otro día más para ir a la playa y otro día más para ver los museos. Y esto estando yo sola, que como no tienes nadie quien te pare, andas mucho más y descansas menos, ni siquiera me paraba a desayunar, que es mi comida del día preferida y si puedo la hago de tres platos.
Subí al Peak, os dejo aquí una fotillo.
Es la imagen típica de Hong Kong, visita indiscutible y alucinante. Hay un funicular que sube desde la ciudad y que tiene 27º de pendiente, ¡es casi subir un metro en vertical por cada dos que andas!
Y me sorprendió la cantidad de zonas verdes que tiene la ciudad, en las dos zonas de Hong Kong (la isla) y Kowloon (la península).

En definitiva, os los recomiendo 100% si os gustan las ciudades bulliciosas que nunca duermen y las ciudades donde se puede encontrar de todo. 

domingo, 31 de julio de 2016

La comida china. Parte 1

Hoy sí que voy a contaros experiencias con la comida china. La comida china de Cantón, que no se parece en nada al cerdo agridulce de debajo de casa. 
El que me conozca bien, sabe que yo soy bastante especial. No me gusta el picante, no me gusta el marisco y no me gusta la casquería. Lo que es más, me amarga la comida. El marisco encima de la mesa lo soporto, pero según qué casquería, no. Y no soy una gran fan del arroz en ninguna de sus variantes más allá del arroz con leche que hacía mi abuela. Y además creo que desde el Erasmus, cuando bebía mucho todos los días y mis amigas y yo robábamos las cervezas que la gente posaba un rato, no tengo el estómago muy allá y me da miedo ponerme mala. Por eso cuando viajo arriesgo poco.
Con este panorama la empresa decide mandarme al sur de China, donde la comida típica tiene mucho marisco porque el mar está cerca, se abusa del picante y de los animales terrestres se aprovechan hasta las uñas. ¡Yippie!
Comer, yo aquí como poco porque las raciones son más bien pequeñas y además enseguida me estragan  los sabores nuevos. Pero para mi sorpresa, he descubierto que la comida, en fin, no está tan mala. Hay varios tipos de restaurantes. Cuando la gente dice que viajar por Asia es ba-ra-tí-si-mo me los imagino comiendo en las casitas de comidas de mesas corridas y azulejos blancos. Yo ahí, lo siento, no me arriesgo a comer. Pero hay restaurantes de nivel medio donde te pones las botas por 100 yuanes. A comer y a beber. 100 yuanes, la última vez que saqué dinero, son 14€. Y se nota que la materia prima es buena.
La comida además es muy variada. En toda comida hay carne, pescado, verdura, setas, arroz… de tipos que no sabía que fueran comestibles en Europa. Y se comparte todo. Las mesas suelen ser de tipo redondo con platillos pequeñitos, y la comida se pone encima de la mesa sobre un cristal que gira para poderla compartir. Esto me gusta bastante y me parece una solución muy lógica, que en España no lo he visto jamás, el país de las tapas.

El otro día fui con mis compañeros españoles a comer hot pot, y es la guarrería máxima que me encantó. Básicamente consiste en una olla o dos con sopa caliente y grasaza en la que tú vas echando de todo. Había hasta sesos, pero no los pedimos porque habría dejado de comer de verlos encima de la mesa. Tú vas echando y vas comiendo, y todos comen del mismo puchero sin más ni más. Me pareció la guarrería máxima y que todo estaba buenísimo, y eso que fui con reticencias. Creo que lo hay en Madrid también, en Usera, porque esto es muy chino, y desde luego supongo que nadie de mis compañeros lo hubiera llegado a conocer si no los lleva antes un chino de la oficina. 
Y aquí me tenéis, embarrada que hasta te dan un delantal!
A mi compi español le he pixelado, a los chinos no porque son todos iguales.

domingo, 24 de julio de 2016

Los no tan jóvenes chinos

El otro día me invitaron mis chinos a cenar. Mis compañeros de la oficina (no los he contado, pero somos en torno a 10) hablamos de los chinos ya como si fueran nuestros. Mi contraparte en la empresa china me sacó a cenar a un restaurante que está justo debajo de la oficina. Veréis, como se puede ver en Linkedin, ahora mismo trabajo en la sede en Cantón de una de las empresas más grandes del mundo. La torre homónima de la empresa tiene 39 plantas, me parece, porque como en todos los edificios grandes, los ascensores van por tramos y nunca lo sabes bien. Debajo tiene un centro comercial de cuatro plantas, que no es en plan ¡Oh Dios mío, cuánta tienda!, pero en Madrid en el bajo de la oficina hay una máquina de café. Las comparaciones son odiosas.


Sigo con mis chinos. La cena me sirvió para conocerles mejor como personas, porque no hablamos ni un minuto de trabajo. Mi grupo de gente es bastante majo. El líder es un poco toli y le dan por todas partes y él no las ve venir, pero tiene un par de chavales bastante espabilados que me sacan de muchos apuros porque hablan un inglés comprensible para el oído extranjero, y me absorben el conocimiento como auténticos chinos que son.  
Otro día hablaré de la comida en sí misma, hoy me voy a limitar a los chinos. Hace poco un amigo me pasó un link a este blog, y me llamó mucho la atención su comparativa ente lo que había sido su infancia en España y la de su mujer en China. Me encantaría haber visto aquella China de los 80, con todo el mundo vestido de azul con el mismo corte de pelo, que supongo que aún hoy les marca a todos los que la vivieron. Mis chinos tienen alrededor de 30-35 años, aunque no lo sé exactamente por razones que dan para otro post, así que son hijos únicos. Hay un par que no, porque son de pueblo, y en algunos sitios si tenías primero una hija, como no podía ser de ayuda en el campo, te dejaban tener otro. Claro, como hijos únicos, son en los que los padres vuelcan todas sus esperanzas, y creo que de ahí les viene la presión social. Hay que casarse, lo primero que me preguntaron fue qué pensaba mi marido de que estuviera aquí. Y para casarse, los hombres tienen que tener una casa en propiedad, porque si no, no consiguen novia. Les sorprendió bastante cuando dije que ni estaba casada ni pensaba estarlo, pero que vivo con mi novio y la casa es de alquiler y así lo va a ser hasta el final de los tiempos. Y por supuesto, mi novio se resigna a que yo esté aquí, qué se le va a hacer con los tiempos que corren; pero dejarme, me deja venir, ¡faltaría más!

La presión que tienen ellos para casarse es brutal. Mi china favorita tuvo una cita el otro día, porque está soltera, y casi le hacen fiesta los compañeros de la oficina, que a mí, si me lo hicieran, me jodería. Es posible que en España eso se haya relajado un poco también por influencia extranjera, pero aquí de eso no hay casi. Sí, hay McDonalds y Starbucks, pero la cultura es 100% china. Aunque lo de la pobre china parezca machista (el machismo también da para otro post), no lo es al cien por cien. Seguro que le pasó lo mismo al chico con el que quedó.


Otra cosa que no pasa en España entre la gente joven es que los chinos no quieren cambiar de trabajo. De nuevo, estoy convencida que para los padres de todos estos hijos únicos es un honor tener a tu hijo trabajando en la empresa ésta de ingenieros, pero oye, la única manera de que te suban el sueldo o te mejoren las condiciones en Europa, al menos, es cambiando de trabajo. Ellos sueñan con jubilarse aquí, y yo de pensar en hacer la misma tarea cuarenta años, en el mismo puesto, me muero del aburrimiento.