¡Vaya! ¡A lo tonto, a lo tonto, me he tirado un mes sin meter ni un solo post!
No tengo excusa, quiero pensar, pero la verdad es que he estado en otras cosas. Como las chicas que tramitan los visados en mi empresa no son las más espabiladas del mundo, el día 6 de este mes tuve que volver a España a tramitar un nuevo permiso de entrada en China. Volver a casa después de dos meses fuera es maravilloso, pero todavía lo es más si te parece que habitualmente te mueves por otro planeta. Reencontrarse con los olores, las sensaciones... es genial llegar a Madrid y que el ambiente no huela a comida. En Villalba el cielo era azul, azul que dolían los ojos al mirarlo, y el aire era puro y todo olía a pino. Y un poco a vaca. Pero son olores naturales de campo, no lo que hay en China, que el pasadizo para coger el metro huele a quinientos tipos de comida y lo hace nauseabundo.
Creo cien por cien que hace falta salir de España una temporada para valorar lo que hay en casa. El aire limpio, el trabajo eficiente, el clima seco de Madrid y la comida. Y la compañía. Hasta llegué a la oficina y me encantó ver a mis compañeros de departamento, a mis compañeros de proyecto... Por no hablar de mi madre y de mi novio. A mi hermano es que le vi poco, y a mis amigos tampoco los vi a todos ni los vi mucho. Pero es suficiente para saber que están ahí.
En Madrid también he aprovechado para irme de compras sabiendo que iba a encontrar mi talla, y para recuperar las viejas costumbres de vaguear el domingo.
Aquí podéis verme haciendo una de las cosas que más me gustan los fines de semana: la cañita dominguera.
Y después de ponerme el caramelo en la boca, la dura realidad del trabajo. Finalmente el jueves pasado recibí una llamada de mis amiguis de Recursos Humanos: mi visado había sido tramitado con éxito. Puedo entrar en China todas las veces que quiera siempre y cuando entre, quedarme hasta 30 días, de aquí al 18 de septiembre de 2017.
Así que aquí estoy en Guangzhou de vuelta...
No tengo excusa, quiero pensar, pero la verdad es que he estado en otras cosas. Como las chicas que tramitan los visados en mi empresa no son las más espabiladas del mundo, el día 6 de este mes tuve que volver a España a tramitar un nuevo permiso de entrada en China. Volver a casa después de dos meses fuera es maravilloso, pero todavía lo es más si te parece que habitualmente te mueves por otro planeta. Reencontrarse con los olores, las sensaciones... es genial llegar a Madrid y que el ambiente no huela a comida. En Villalba el cielo era azul, azul que dolían los ojos al mirarlo, y el aire era puro y todo olía a pino. Y un poco a vaca. Pero son olores naturales de campo, no lo que hay en China, que el pasadizo para coger el metro huele a quinientos tipos de comida y lo hace nauseabundo.
Creo cien por cien que hace falta salir de España una temporada para valorar lo que hay en casa. El aire limpio, el trabajo eficiente, el clima seco de Madrid y la comida. Y la compañía. Hasta llegué a la oficina y me encantó ver a mis compañeros de departamento, a mis compañeros de proyecto... Por no hablar de mi madre y de mi novio. A mi hermano es que le vi poco, y a mis amigos tampoco los vi a todos ni los vi mucho. Pero es suficiente para saber que están ahí.
En Madrid también he aprovechado para irme de compras sabiendo que iba a encontrar mi talla, y para recuperar las viejas costumbres de vaguear el domingo.
Aquí podéis verme haciendo una de las cosas que más me gustan los fines de semana: la cañita dominguera.
Y después de ponerme el caramelo en la boca, la dura realidad del trabajo. Finalmente el jueves pasado recibí una llamada de mis amiguis de Recursos Humanos: mi visado había sido tramitado con éxito. Puedo entrar en China todas las veces que quiera siempre y cuando entre, quedarme hasta 30 días, de aquí al 18 de septiembre de 2017.
Así que aquí estoy en Guangzhou de vuelta...